Cuando pasas de los cincuenta por uno
sabes exactamente de donde vienes,
de un útero que agotó su vida,
de un caballo blanco, su bocado,
y río y alcanzo
la máxima violencia de la risa,
ya saben que cuando lloro
estoy en todos los océanos
¿acaso no es risa? ¿una lágrima?
Con lo que sé
y un cuerpo de veinticinco años.
Los que tienen paciencia
nunca cuentan hacia atrás
y acabamos donde ya sabemos.
Me quedaré un tiempo por aquí
a ver quien se sienta en esta silla,
como apoya los codos en la mesa,
si me roba mis compañeros invisibles
y pone todo patas arriba,
saber si se entiende con el caos
y después me deslizaré.
Mi olvido lo recordará
la última flor en mi tumba.
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..L. Gómez..